La telefonofobia es un tipo de fobia social generada por el miedo a comunicarse vía llamadas telefónicas. Se trata de un fenómeno generalizado entre los más jóvenes pues el 81% de los ‘millennials’ -aquellos nacidos entre los 80 y los 90- padece esta fobia, como avalan las Estadísticas de telefonía móvil de los Milenials de la Generación Muda (Generation mute Millennials Phone Call Statistics) de 2022 del estudio publicado por BankMyCell.
Este colectivo ha perdido el hábito de hablar vía llamada, hecho propiciado por el aislamiento derivado del auge de las redes sociales y de los videojuegos. Así, tienden a interactuar en el medio digital vía texto escrito o notas de audio en aplicaciones de mensajería instantánea. Esta tendencia perjudica sus habilidades socioemocionales. Según el informe de Qustodio de 2022, el 36% de los padres constata que, acostumbrados a relacionarse tras una pantalla, presentan dificultades para interactuar de manera presencial. Así, ante una comunicación que implica mantener un contacto físico y visual, se sienten inseguros y vulnerables. Especialmente en la adolescencia, al ser una etapa que genera inseguridades.
El refugio que proporciona el mundo digital
Para muchos, el mundo digital es sinónimo de refugio. Por un lado, experimentan la tranquilidad de elegir qué conversaciones abordar. Teniendo la libertad de evitar conversaciones incómodas y de no contestar, fenómeno conocido como ghosting. El medio presencial no da esa flexibilidad y dar la cara no siempre es fácil: comporta honestidad, coraje y humildad.
Por otro lado, el medio digital no requiere de respuesta inmediata. Disponen de tiempo para reflexionar sobre el mensaje que quieren transmitir y cómo expresarlo, algo relevante al estar habituados a navegar en un mundo predominado por las apariencias. Dicho medio ofrece la posibilidad de releer o escuchar el mensaje antes de enviarlo. Las palabras no se pueden deshacer y, aunque suene contradictorio, el tiempo con el que cuentan para responder cara a cara resulta más breve que el de la mensajería instantánea.
Asimismo, el entorno digital no transmite elementos esenciales de la comunicación, como el lenguaje corporal o el tono de voz; sintiendo mayor protección al poder disimular sus sentimientos o transmitir una realidad sesgada e incluso manipulada.
Destacar que las conversaciones digitales generan intercambios más impersonales. Eso nos desconecta de los demás. Al no recibir la reacción de nuestro receptor es más fácil expresar mensajes ofensivos que no se realizarían en persona y que, en ocasiones, son la antesala del ciberacoso. El psicólogo J. Suler denominó a este fenómeno «efecto de desinhibición». En consecuencia, no sólo la espontaneidad en línea mengua, como defiende la psicóloga S. Turkle del Massachusetts Institute of Technology (MIT). La autenticidad, la transparencia y la sensibilidad para respetarnos los unos a los otros también.
Fomentar actividades para que los jóvenes interactúen cara a cara
Debemos fomentar que los más jóvenes se impliquen en actividades en las que interactúen con terceros cara a cara, como hacer deporte o ir a clases de teatro. De este modo, recuperarán o desarrollarán la soltura y confianza requeridas por las conversaciones presenciales. En la escuela, brindar a los alumnos oportunidades de exponer en público es esencial.
Recuperar la oratoria les daría tablas para la comunicación verbal y la no verbal, como el lenguaje corporal. Destreza que junto a la capacidad de improvisación son elementales para desenvolverse en conversaciones espontáneas como las presenciales. La neurociencia ha demostrado que la hiperconectividad altera el buen funcionamiento de las neuronas espejo, las responsables de la empatía, esencial para relacionarse.
Para mitigar y prevenir ese miedo a conversar por teléfono o cara a cara y, adicionalmente, evitar mensajes dañinos es primordial aprender y enseñar empatía digital: la capacidad de empatizar hasta en los rincones más anónimos del mundo digital. En los más pequeños, la prevención será determinante.
Retrasar la edad de introducción al mundo digital y priorizar interacciones cara a cara es esencial. Cuando se conecten, establecer horarios de conexión para limitar su tiempo en línea.
Cuidar el contenido que consumen es primordial para evitar que normalicen conductas inadaptativas. Los controles parentales filtran la información a la que pueden acceder. Pero, a partir de una determinada edad, eso no es suficiente. Con confianza y naturalidad es recomendable dialogar con ellos sobre el contenido que consumen. Nunca para juzgar, siempre abiertos a la escucha y al debate.
Para ayudarles a escoger contenidos que le provean de recursos que le ayuden a crecer y a conectar con los demás; para construir relaciones sólidas que, según el estudio de la Universidad de Harvard sobre bienestar, es lo que nos hace felices. De nosotros dependerá aislarnos o dar la cara y crecer individual y colectivamente.
Izarbe Lafuerza. Experta en Inteligencia Emocional y creadora del proyecto Alt:O
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