Actualizado 22/06/2022 13:05

Falsas creencias sobre la inteligencia de los niños

Mitos sobre la inteligencia de los niños
Mitos sobre la inteligencia de los niños - ISTOCK

Albert Einstein y otros muchos, no fueron desde niños los genios que reconocemos hoy. Partiendo de un fracaso escolar, llegaron a ser los protagonistas de importantes avances de la humanidad. Y todo por la conjunción de la motivación y el método adecuado.

En España, muchos genios pasan igualmente desapercibidos y todos tendrían un rotundo éxito y mayor felicidad, si tuviéramos en cuenta algunos de los aspectos que el autor de Todos los niños pueden ser Einstein, Fernando Alberca, nos recuerda

Falsas creencias sobre la inteligencia de los niños

Todos los seres humanos son inteligentes, igual que son libres. Cada hijo nace con un coeficiente intelectual que apenas cambia a lo largo de su vida. Pero la inteligencia que cada uno desarrolla sí varía conforme aprende. Porque no aprenden porque son inteligentes, sino que se hacen inteligentes al aprender.

Así, la inteligencia es esa capacidad que tienen potencialmente todos los niños para resolver los problemas con los que se encuentra. De forma que lo importante no es cuánto saben, sino qué hacen cuando no saben algo.

Y es que sobre la inteligencia hay muchas falsas creencias, que a menudo pagan nuestros hijos con la moneda de un rendimiento por debajo de sus posibilidades reales. Entre ellas, destacan:

1. Muchos creen que los niños nacen listos o tontos. Esto es falso. La inteligencia se vuelve más eficaz cuanto más se emplea y estimula. Y la capacidad de resolver problemas aumenta en función de su ejercitación. La inteligencia crece conforme se enriquece la experiencia del niño y adolescente. La persona se hace más inteligente cada vez que aprende. Y para eso basta encontrar un motivo y un método.

2. Se dice que el niño aprende más cuando es pequeño, y que con la edad decrece su capacidad de aprendizaje. También es falso. Si los niños pequeños parecen que aprenden más no es porque sean más inteligentes, sino por su interés y necesidad de aprender, y por su menor preocupación y prejuicios ante el qué dirán a la ahora de concentrarse o preguntar.

A cualquier edad se abren nuevas vías de aprendizaje y por tanto de aumentar conocimientos, experiencia e inteligencia. El número de neuronas que mueren con la edad es insignificante con respecto al que aún podrían generar tantas soluciones a lo que nos preocupa.

Es verdad que de mayores nos hacemos más selectivos y perdemos interés por muchas más cosas... a veces porque no consiguieron llamarnos suficientemente la atención.

3. Hay quienes creen que el fracaso escolar es consecuencia de una dificultad intelectual. Falso. Sacar malas notas es una consecuencia siempre, no una causa. Los cerebros, salvo enfermedad o anormalidad, tienen todas sus partes bien configuradas, la clave es si se saben emplear.

El fracaso escolar es consecuencia de no haber utilizado la potencialidad innata del cerebro, o de no haberlo hecho adecuadamente. Por mucha actividad que tenga el cerebro, siempre guarda su mayor parte sin utilizar. Pasar del fracaso al éxito escolar exige poco tiempo. Solo es cuestión de emplear con mayor seguridad la parte del cerebro más propicia que exige cada problema. Y añadir la automotivación que asegure el esfuerzo.

4. Nuestro hijo nace predestinado para las letras o las ciencias. En absoluto. El potencial del cerebro es tal que cualquier niño sería capaz de triunfar en cualquier campo, si tuviera la motivación y método acertado. Es verdad que, puestos a elegir, porque no se pueden hacer más de tres, cuatro, cinco carreras, el niño optará por aquellas dedicaciones en las que se encuentra más seguro porque haya recogido más éxito. Pero ello no significa que tenga incapacidad para las demás áreas de su cerebro.

Demasiado a menudo el niño se convence de que no sirve para todo aquello en lo que no ha encontrado estímulo por parte de otros, facilidad ni reconocimiento, y se refugia en donde sí lo ha encontrado, creyéndose válido solo para eso. La opinión de los padres, hermanos, profesores y compañeros (en este orden) es decisiva.

5. Los periodos críticos o sensitivos son determinantes. Falso. Estos periodos, según los cuales el niño y adolescente está más propicio a aprender algo determinado, porque siente más interés por aprenderlo, deben ser conocidos, pero no son determinantes en absoluto y pueden resultan perjudiciales si conllevan el convencimiento de que ya es demasiado tarde para aprender algo.

El conocimiento o la comprensión de cualquier materia, más que de la edad, es consecuencia de que exista un aprendizaje previo que le sirva de cimiento y de que el sujete experimente la necesidad.

Fernando Alberca. Experto en educación, profesor y director de centros educativos y autor de Todos los niños pueden ser Einstein y Hijo, tú vales mucho.

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