Angélica Joya (Angie para muchos) es mamá de tres hijos y psicóloga, tiene un máster en Psicologia Adleriana, y es consultora motivacional. Desde que en 2016 fundara Implicuo, un espacio de aprendizaje y crecimiento personal, se ha centrado en el tema de la comunicación familiar ofreciendo soluciones centradas en cómo hablar para que tus hijos te escuchen y cómo escuchar para que tus hijos te hablen.
Además es coach, entrenadora de Disciplina Positiva y autora de Educar sin desesperar, una guía práctica para educar desde la calma, el respeto mutuo y la conexión emocional donde propone pautas para mejorar la relación con los hijos.
Amar a los hijos incondicionalmente tiene grandes beneficios
Tu nombre, Angélica Joya, me recuerda mucho al de una famosa actriz. ¿Es casualidad?
Es la primera vez que me lo dicen. Sí, es casualidad porque nunca había hecho la asociación. Es mi nombre real.
¿Crees que es cierto eso que dicen que «eres una madre perfecta hasta que tienes hijos»? ¿Te ha pasado a ti también?
Sí, y yo agregaría también que era una psicóloga de familia perfecta hasta que tuve hijos y pensé, madre mía, casi que me dan ganas de llamar a mis antiguas familias, clientes y decirles, lo siento, siento haberos pedido cosas que igual estaban más allá de lo que quizás necesitabais o podíais hacer en ese momento.
¿Cómo viviste la maternidad y cuáles fueron las sorpresas con las que te encontraste?
Uno de los mayores aprendizajes que me ha traído a mí el ser madre es que me ha permitido llenarme de humildad, de darme cuenta que errar realmente es humano y es algo que hacemos diariamente, queramos o no. Y también me ha permitido crecer muchísimo como persona y profesional.
Has reconocido que el gran máster de tu vida es el de ser madre y todavía no lo has terminado. ¿Realmente no se termina nunca?
Creo que no, es como aprender a ser persona. Cada cosa que te pasa en la vida te influye y si tú lo permites te puede ayudar a cambiar cosas y a crecer. La maternidad hasta ahora, creo que no termina nunca, porque cada etapa tiene sus cosas diferentes. Ahora mismo veo a mi madre conmigo, por ejemplo, y veo que ella también no acaba de aprender a través de sus nietos. Si eres capaz de observarlos y de querer aprender de ellos, puedes sacar muchísimas cosas que realmente necesitas.
¿Cuáles son las asignaturas más difíciles de este máster de ser madre?
Cada persona tiene una diferente. En mi caso, creo que es soltar el control, hacer el duelo de que no tenemos que ser nosotros ni es nuestra responsabilidad controlar lo que hacen nuestros hijos y preocuparnos si no hacen esto o lo otro. Es un gran duelo que tenemos que hacer y que es importante, al menos yo estoy en ello. Otro gran aprendizaje que me está enseñando este máster, es el poder aprender cómo empoderarles y encontrar en esa persona las cosas positivas, sin centrarme en esas cosas que me molestan o me irritan. Eso a nivel personal me ha ayudado también en otros aspectos de mi vida, con mi pareja, con mis amigos y con mi familia.
Desde un punto de vista más positivo, ¿qué crees que es lo mejor que te ha dado la maternidad?
Lo mejor que me ha dado la maternidad es la posibilidad de parar y conocerme mejor, porque hay cosas que vas aplazando, y cuando eres madre es el momento de trabajarlas.
Ahora estás más enfocada en la prevención, ¿por qué crees que es más efectivo prevenir que curar cuando las familias tienen problemas?
La prevención es mucho más efectiva, incluso a nivel costo-beneficio, porque tienes que invertir muchísimo menos tiempo, dinero y esfuerzo en prevenir que en curar, porque para curar hay que pasar por un proceso de sanación como el de una herida. Creo que es más empoderador para las familias saber cómo acompañar a sus hijos y poder reducir los momentos en los que ellos se sienten perdidos y desbordados. Esa formación previa ayuda muchísimo a que realmente haya una conexión profunda con ese niño, porque cuando llegan a consulta después de estar muy desbordados y bastante desconectados, cuesta mucho que vuelvan a conectar. Por eso, creo que la prevención es maravillosa, y sobre todo de cara a la relación a largo plazo entre padres e hijos.
¿Por qué es vital que nuestros hijos se sientan amados incondicionalmente?
Cuando tú te sientes amado incondicionalmente por tus figuras de apego, (padre, madre), puedes amar incondicionalmente. Nosotros somos como ese primer espejo en el que ellos se miran, y si ven que da igual lo que hagan, que aceptamos sus imperfecciones, sus errores y que admiramos sus cosas positivas, podrán comenzar a mirarse a ellos mismos. Entonces eso es como un antídoto para muchísimas otras cosas en el futuro. Pero luego también les ayuda muchísimo a poder ser autónomos, a ser creativos, e incluso a poder cooperar con otros. Porque si a mí me aman incondicionalmente, mi pertenencia está asegurada y no tengo que luchar para lograr pertenencia. Entonces como yo no tengo que invertir tanta energía en esto, en encontrar esa pertenencia, la puedo invertir en lo que realmente es importante, que es poder ver al otro, cooperar, poder explorar el mundo, poder ser creativo. No tengo miedo a equivocarme, porque da igual que me equivoque, me van a seguir queriendo. Entonces yo creo que en ese sentido la aceptación incondicional es un regalo espléndido que les podemos hacer a todos los niños y niñas.
¿Qué debemos hacer los padres para que nuestros hijos nos escuchen y cómo debemos escucharles para que nos hablen?
Es una buena pregunta. Para que nuestros hijos nos escuchen tenemos que ser sinceros con ellos. Cuando nosotros decimos que no nos escuchan, realmente, ¿qué estamos diciendo? Estamos diciendo que no nos hacen caso. Entonces ahí es importante volver a lo que decía del control. Y es que no te tienen que hacer caso, tal cual, como tú quieres, cuando tú quieres y a lo que tú quieres. Tu hijo/a es una persona diferente. Si cambias el chip y dices, vale, mi labor no es controlar su comportamiento, no es poder influir en él, es explicarle un poco las cosas que hay en el mundo, porque tengo mucha más información al ser adulto, y entrenarle para que él pueda tomar sus propias decisiones y permitir que experimente con el mundo. Entonces, seguro que habrá mejor comunicación. Y otra cosa también que ayuda mucho, creo yo, es que cuando hay problemas de cooperación, es cuando dicen los padres «no me escuchan, no me obedecen, no recogen…», pero si invertís tiempo en la conexión, la cooperación viene como añadidura, porque pensar en el momento de una relación de adultos, ¿a qué persona tú tienes más ganas de hacerle un favor o de hacer algo que no te apetece? ¿A una persona que te cae bien y que mínimamente te escucha, o a una persona que te cae fatal o te trata mal? El cerebro cuando hay conexión tiene más ganas, activa ese lado cooperativo que todos tenemos y tiene más ganas de ayudar al otro. Da igual que seas papá, mamá, abuelo o persona de la calle. Entonces yo creo que si en casa tenéis esa sensación de que no os escuchan, puede ser que haya problemas, haya necesidad de invertir más en momentos de conexión con vuestros hijos y luego también puede ser que no los estéis escuchando vosotros mucho a ellos.
¿Estás de acuerdo con la fase de Jane Nelson, que dijo «de dónde sacamos la idea de que para que un niño se porte bien primero tenemos que hacerle sentir mal»?
Sí, yo estoy totalmente de acuerdo y es la idea que tiene también la Disciplina Positiva de los premios y castigos. Si decimos en voz alta ¿de dónde sacamos la idea absurda de que para que alguien se porte bien tenemos que hacerle sentir mal? Lo vemos como muy absurdo, pero lo seguimos aplicando con los niños, y los adultos estamos pagando un precio alto por haber sido educados de esa manera.
¿Cómo crees entonces que deberíamos cambiar el sistema de premios y castigos?
Creo que es un proceso es lento, que va a tener idas y venidas, pero tiene que ser un proceso social. Es verdad que hay un gran movimiento hoy en día, sobre todo en las familias, para lograrlo, pero creo que hace falta muchísima más inversión en educación, para darles esas herramientas a los docentes.
¿Crees que es cuestión de cambiar nuestra mentalidad? ¿Podemos castigar en la silla de pensar o eso ya no debe hacerse?
Para ver qué podemos hacer en lugar de premiar y castigar, vuelvo otra vez al control. Cuando tú sueltas el control no tienes necesidad de modelar el comportamiento tan afinado de tus hijos. Pero luego en cuanto a la parte más práctica, yo creo que los premios y los castigos los usamos cuando nos centramos mucho en el pasado, «porque siempre estás igual, es que no puede ser…», y ese es el lugar del desgaste, de las quejas. Entonces, una cosa que a mí al menos particularmente me ayudó mucho al principio y me sigue ayudando es enfocarme en soluciones. Al dejar de lado los castigos y los premios, te ayuda mucho enfocarte en encontrar una solución al problema que hay ahora, que puede ser el desorden, que nos está costando llegar puntuales al colegio, etc. Obviamente el enfoque en soluciones, muchas veces, no se puede hacer en el momento. El enfoque en soluciones funciona muy bien cuando estamos tranquilos, cuando estamos calmados, y también funciona espléndido si somos capaces de involucrar al niño porque cuando ellos se comprometen con la solución es porque han sido parte de la lluvia de ideas de esa solución.
¿Cómo podemos conseguir que cooperen o que cumplan más con sus responsabilidades diarias?
Tenemos que ser conscientes de que nadie se hace responsable de la noche a la mañana. Entonces, ¿qué necesito? Entrenar a esa persona y tener paciencia. Cuando yo entreno a alguien, primero me tiene que ver hacerlo hacer a mí sola, luego lo hacemos juntos con más protagonismo mío y poco a poco le paso el protagonismo al niño o a la niña, y luego lo hace él solo y yo observo. Luego también creo que es importante soltar, es decir, yo ya he entrenado, y ahora ellos son los responsables de eso y entonces no voy recordando todo el rato, no voy rogando, no voy advirtiendo, no voy amenazando…, porque claro si tengo una persona que me recuerda continuamente lo que tengo que hacer, para qué lo voy a recordar. Eso se aplica en todo lo que tiene que ver directamente con sus cosas, como los deberes, porque a veces los padres nos cargamos con la presión de tener que ser responsables del rendimiento académico de los niños. En el caso de los deberes, si tenemos claro que no tiene dificultades, soltemos, no pidamos los deberes en chat de los padres, no nos convirtamos en su agenda, porque entonces ¿para qué van a recordar? si siempre te tienen a ti.
¿Cuál es el truco para mejorar la comunicación en casa y tener alternativas contra los gritos y las amenazas?
No podemos esperar que todo sea súper tranquilo, y que no haya conflicto, y que reine la paz y la prosperidad. Con esa expectativa ya empezamos mal. La clave está en poder ser conscientes de que educar es difícil. Hay conflictos, hay ruido, hay caos, y a partir de eso debemos ir recalculando ese rumbo, teniendo muy claro cuáles son mis objetivos. Y por eso en el libro os planteo la opción de parar un momento y definir cuáles son esos cinco o seis valores que para ti son fundamentales que se respiren en tu casa, y cómo vas a intentar hacer lograrlo. Esto te permitirá elegir un poco las batallas y que te sientas cada vez más capaz. Poner una expectativa alta hará que en medio hayemos la culpa, la decepción, la frustración, los gritos, y sobre todo la desconexión con tus hijos.
¿Quiénes nos desesperamos más, las madres o los padres, a la hora de educar?
Entre chicos y chicas, no sé… De lo que me doy cuenta, es que cada uno tenemos un botón y si tú logras identificar cuál es ese botón, esa cosa que realmente te llega y te irrita, entonces bajarán los momentos de desesperación, porque sabrás anticiparte a eso. En mi caso, por ejemplo, son las faltas de respeto. Yo lo tengo clarísimo. Me requiere un gran esfuerzo decir, vale, no es contra mí, no es personal. Pero cada uno de vosotros tendréis el vuestro.
Marisol Nuevo Espín
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